En 1944, cuando tenía 16 años, Edith Eger fue sacada de su hogar en Hungría por los nazis, que la enviaron a Auschwitz, el infame campo de exterminio. En mayo de 1945, ya cerca de la muerte, cayó en un estupor inconsciente. Los guardias asumieron que estaba muerta y la arrojaron en una fosa común en el bosque aledaño al Campamento Gunskirchen Lager. De manera milagrosa, un soldado estadounidense vio que la mano de Edith se movía en medio de los cadáveres, y rescató a la jovencita de tan solo 27 kilos de una muerte segura.
Si había alguien con razones válidas para dejarse controlar por el ambiente, esa era Edith Eger. A pesar de sus horrendas experiencias, no sucumbió a la amargura, el odio o la desesperación. No solo sobrevivió, sino que prosperó. Se casó con un combatiente checo, crio tres hijos y obtuvo un doctorado en psicología. Si usted la hubiera escuchado, seguramente la habría catalogado como una de las personas más positivas e inspiradoras que alguna vez se cruzaron en su camino. El mensaje de Edith: “Al contrario de lo se cree, en este mundo no hay víctimas, sino solo participantes dispuestos. No siempre se puede controlar las circunstancias, pero se puede controlar cómo responder a ellas”
El nuevo énfasis de la Psicología
La vida de la doctora Edith Eger habla con elocuencia de un consenso mental: todos tenemos la capacidad de cultivar una actitud optimista aun en medio de los contratiempos y las dificultades. En efecto, aunque muchos de nosotros creemos que nuestras emociones están determinadas por las circunstancias, las evidencias indican lo contrario. Las emociones pueden ser controladas, más allá de cuales sean las circunstancias.
Sin embargo, las emociones se ven afectadas no solo por nuestros pensamientos. En especial, nuestras decisiones diarias de estilo de vida tienen un impacto profundo sobre el estado emocional. Analicemos varios factores que pueden ayudarnos a controlar lo que nos pasa en ese importante ámbito de la salud mental.